Desde Latinoamérica a Europa, conoce la historia e ideas de nuestra multiplicadora en Barcelona.
Fanática de las series de Netflix –espera ansiosa la nueva temporada de Game of Thrones-, bailar y la cultura en todas sus formas. Así es Esther Camacho, una de las multiplicadoras de la metodología de tejeRedes.
Hace 19 años dejó México, su país natal, para embarcarse en una nueva aventura al otro lado del océano, en Barcelona.
En esta ciudad costera fue donde por casi 2 décadas siguió un camino tradicional, desarrollándose profesionalmente en departamentos de Marketing de grandes empresas multinacionales.
Y se podría decir que todo le había resultado perfecto: tuvo varias personas a su cargo y estabilidad económica. Sin embargo, no se sentía feliz. “Todo lo que me habían prometido acerca del éxito yo ya lo había tenido. Pero no me sentía realizada, estaba como desconectada del mundo. Cuando al final dejé la empresa en la que trabajaba, me quedé prácticamente sin nadie con quien hablar, y eso fue muy revelador para mí”, cuenta mientras se toma un café.
“Todo lo que me habían prometido acerca del éxito yo ya lo había tenido. Pero no me sentía realizada”
Fue entonces cuando decidió hacer un cambio en su vida. Volvió a la universidad a estudiar un Máster en Gestión Cultural y empezó a buscar qué hacer, dándose cuenta que lo suyo era hacer proyectos colaborativos. En este contexto, y ya habiendo creado su consultora Artticco (concepto creado a partir de las palabras Arte, Tecnologías de Información y el “Co” de colaborar, cooperar y co-construir), llegó por casualidad a su primer Circo tejeRedes. “Cuando terminé la formación hablé con Cristián Figueroa (fundador de tejeRedes) y desde ahí empezó mi formación como multiplicadora”, relata Esther.
En su trabajo con clientes, Esther aplica diariamente la metodología y sus tecnologías sociales: “La más práctica para mi es la tecnología del círculo con el tótem ¡Esto sirve para todo! Ahora bien, como dinámica de visualización de la colaboración, creo que el ejercicio de los triángulos es totalmente revelador para ver si aceptas o no a la gente y cómo se vive esto en las organizaciones”.
“La colaboración sin conexión es prácticamente imposible”
Pero aunque está convencida de sus beneficios, también es realista. “Es imposible generar un cambio en todas las organizaciones, pero sí que creo que en la mayoría vamos dejando una semilla”, asegura.
Además, desde su visión, cree que la transformación que más cuesta tiene que ver con la separación de la vida privada con la profesional: “Estamos tan acostumbrados a segmentar la vida laboral de la personal, que la gente realmente piensa que son dos. Con esta idea, casi nadie se toma el tiempo de conectar con sus compañeros de trabajo. Y la colaboración sin conexión es prácticamente imposible”.
Por eso es que Esther recomienda al 100% convertirse en multiplicadores a quienes les interesa cambiar el sistema de gestión tradicional. “Es una experiencia fantástica. La oportunidad que tienes de tocar las vidas de personas que pasan alrededor tuyo y compartir esta libertad compartida es valiosísimo”.
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