En tejeRedes este mes queremos presentarles el tema "Redes para la innovación social", punto esencial en el desarrollo de nuestra metodología. Pablo Villoch, fundador de Glocalminds y asesor de La Escuela de Innovación Social del CoLab UC en Santiago de Chile nos mostrará parte de su experiencia y su experiencia en este tema.
Nadie puede cambiar todo el mundo por sí solo. Sin embargo, la transformación social solo es posible si comienza en cada individuo y se multiplica en la interacción con otros.
Tuve la fortuna de
nacer en el País Vasco de finales de los setenta, en una España en transición a
la democracia. Viví mi infancia en los ochenta y mi adolescencia en los
noventa, en una sociedad vasca marcada por el terrorismo. Desde los catorce
años, me involucré activamente en un denso tejido asociativo donde convergían
múltiples causas: el pacifismo, la educación ambiental, el voluntariado, la
inclusión de jóvenes con discapacidad, la cooperación internacional, los
movimientos parroquiales… En aquel contexto, fui testigo –y también sujeto- de
momentos históricos y significativos de procesos sociales que alcanzaron un momentum inesperado. Ejemplos memorables
de ello fueron la acampada que demandaba
dedicar el 0,7% del PIB a
cooperación para el desarrollo y la campaña del lazo
azul por la libertad de los secuestrados que activó la movilización
ciudadana pacífica de rechazo al terrorismo.
Al leer años años
después el libro “The tipping point” de
Malcolm Gladwell (traducido al español como “La clave del éxito” o “El punto
clave”), pude comprender y conceptualizar muchos de aquellos procesos de
transformación de los que me había sentido parte, explorando preguntas como ¿Por qué son tan importantes las
conexiones críticas para llegar a una masa crítica? ¿Cómo una minoría llega a
ser mayoría?
Lo que llevamos de
siglo XXI se ha caracterizado hasta el momento por un proceso global de
transición de paradigmas, modelos mentales y relatos. Por un lado, convivimos
diariamente con numerosos sistemas (de negocios, de creencias, de educación, de
formas de vida) que enfrentan una fase de decadencia, colapso o al menos un
profundo cuestionamiento. Por otro lado, somos testigos de una efervescencia de
múltiples sistemas emergentes (modelos de negocio, prácticas, cosmovisiones…).
Algunos de ellos ya forman parte del
cotidiano vivir y otros aún no ven la luz o permanecen bajo la
superficie de la conciencia social.
La autora
estadounidense Margaret Wheatley, co fundadora del Berkana
Institute, plantea que el rol de los
líderes den el siglo XXI consiste en facilitar la transición, generando las
condiciones para que las personas que habitan los sistemas que decaen puedan
transitar progresivamente a los sistemas que emergen. Sin embargo, esta
transición no es fácil. Los sistemas predominantes conocidos ofrecen certeza y
seguridad a quienes se aferran a ellos, por lo que dar un paso al lado implica
salir de su zona de comodidad y enfrentar miedos profundos. Abrazar un nuevo
paradigma puede implicar, para muchos, un salto al vacío. Sin embargo, una red
puede aminorar el temor. Una red puede hasta ser el puente para atravesar al
otro lado del precipicio.
Para que fenómenos
locales, espontáneos y desarticulados se transformen en innovación social,
escalable y sostenible, Wheatley
enfatiza la importancia de nombrar, conectar, nutrir e iluminar estos sistemas
emergentes. Primero, requieren ser
nombrados, para ser reconocidos, para tener distinciones lingüísticas que nos
permitan percibirlos. Para fortalecerse, necesitan conectarse en red,
intercambiar experiencias, generar vínculos, ampliar el alcance. Para
sostenerse, necesitan cultivar comunidades de práctica con un propósito
compartido. Para crecer, necesitan nutrirse con inspiración, y modelos
creativos de generación de ingresos. Para ganar legitimidad y reconocimiento,
necesitan iluminarse, visibilizarse, hasta convertirse en sistemas
de influencia.
Hoy en día, todo
innovador social que desee escalar el impacto de su innovación, necesita
comprender la lógica inherente al funcionamiento de las redes. Para que una
práctica local sea adoptada globalmente requiere viralizarse, hacerse
fácilmente reproducible, fácil de comunicar y compartir, fácil de aprender y no
solo fácil, sino también, deseable, inspiradora, excitante. En palabras de Malcolm Gladwell, la innovación social necesita
ser sexy, contagiosa, pegadiza. Las redes son un canal natural para multiplicar
la visibilidad y por tanto, expandir el alcance e impacto de la innovación.
Al mismo tiempo, una red nutrida y densa constituye un
caldo de cultivo para innovaciones sociales, pues cualquier idea o práctica que
llegue a ese sistema, puede difundirse rápidamente gracias a la mayor
conectividad y densidad de las interacciones. Un ejemplo inspirador de estos
entramados colaborativos puede encontrarse en Aconcagua Summit, que ha sabido reunir
en torno a sí a un amplio conjunto de líderes de diversos orígenes y sectores,
con emprendedores sociales que comparten un sentido de complicidad, que les
permite co-inspirar nuevas iniciativas colaborativas para un país más, justo
sustentable y feliz. Los ingredientes claves de sus encuentros son sencillos:
naturaleza, diversidad, sentido transcendente, arte, movimiento corporal,
conversaciones, emociones, silencio, espacios lúdicos.
A nivel mundial, es
destacable la expansión que han tenido durante los últimos años iniciativas de
innovación social en red. Un ejemplo de alcance global es ImpactHub que ya conecta docenas de
espacios físicos y comunidades de innovadores en los cinco continentes. En el
ámbito de la educación emprendedora, sugiero seguir la trayectoria exponencial de la red de
emprendizaje cooperativo de origen finlandés Tiimi
Akatemia Learning Network, que reúne a cientos de coaches de diversos
países, desde China hasta Brasil. Por su parte, la comunidad global de práctica
del Art of Hosting, difunde técnicas de
liderazgo participativo y técnicas para facilitar conversaciones
significativas, que son, en sí mismas, innovaciones sociales que al operar en
red, multiplican y expanden su alcance.
Un patrón común que
mueve estos ejemplos es el campo
de relaciones de cariño y vínculos afectivos que surge de la interacción entre
los participantes, especialmente cultivado en espacios informales y distendidos:
Sexy salads en Madrid, Pechakuchas en
Estambul , ServiceJams en Melbourne, GreenDrinks en Estocolmo y otras instancias
como la Pola
Social en Bogotá, que inspiró a impulsar la Chela ciudadana en Santiago.
Estas instancias se convierten en contenedores amorosos que acogen y expanden ese
impulso creador a nivel individual y colectivo, que algunos
llaman Eros. Al fin y al cabo,
redes afectivas son redes efectivas.
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