Hola soy
Esther Camacho, hace unos meses me planteaba el reto de organizar un CIRCO como parte de mi proceso para convertirme en multiplicadora TejeRedes. Como recientemente había empezado a colaborar en
Torre Barrina, un centro de creación multimedia de la ciudad de
L’Hospitalet, que cuenta con espacios multiuso ideales para llevar a cabo un taller así, le planteé a la coordinadora responsable la posibilidad de hacer algún tipo de intercambio y aprovechar para convocar a público objetivo del centro.
Ni de lejos me imaginaba que aquella sería una oportunidad de oro, ya que lejos de “dejarme el sitio” y hacer una convocatoria al uso, hicieron una apuesta por la metodología para llevar un cambio radical en su forma de trabajo. Su historia era que muchos técnicos del ayuntamiento que trabajan con jóvenes desde distintas áreas (deportes, salud, educación, economía, cultura, emancipación, vivienda, etc.) llevaban tiempo intentando trabajar de forma colaborativa para llevar a cabo proyectos conjuntos y que el método que seguían para ello les estaba llevando a un punto de frustración, desánimo y fragmentación.
Cuando me propusieron aprovechar el taller para dinamizar este equipo de trabajo me pareció una muy buena idea, pero ni siquiera entonces me di cuenta de la magnitud del proyecto.
Conforme se acercaba la fecha me asaltaba el temor de estar a la altura de las expectativas, el peso de la gran responsabilidad que significaba tener a altos cargos, mandos intermedios, técnicos y jóvenes, todos mezclados pero con un objetivo común, encontrar fórmulas de participación para usuarios entre 12 y 35 años.
Sólo hoy después de cuatro días muy intensos de CIRCO (adaptado a las necesidades horarias del ayuntamiento) he sido plenamente consciente de la gran suerte que he tenido en disfrutar de un caldo de cultivo donde se daban todos los ingredientes para generar un verdadero cambio social.
De los 27 participantes que iniciaron 26 se involucraron plenamente en todo el taller, con toda la intensidad y sacrificio que ello comporta ya que durante las mañanas realizaban el trabajo con TejeRedes y por las tardes tenían que ponerse al día con todas sus responsabilidades laborales. Al escepticismo y la desconfianza iniciales (tras el fracaso de anteriores iniciativas) siguió un proceso de crecimiento de la comunidad que me asombró enormemente. Fui una testigo privilegiada de cómo se tejían delante de mí relaciones sólidas entre personas que llevaban mucho tiempo deseando encontrar el lenguaje, el tiempo y el espacio de crear estos vínculos.
El penúltimo día al plantear el reto del Teatro Red hubo un momento de pánico, una prueba de fuego para el compromiso de los participantes con el proceso y con la comunidad, fue todo un momento de “Pero esto es imposible” seguido de un “Pues saldrá de cualquier forma” para llegar al día siguiente y comprobar que no solo era posible sino que ¡les había salido realmente bien! El sentimiento de empoderamiento que se respiraba en el ambiente, ese “¡Pues sí podíamos trabajar de forma colaborativa!” y el entusiasmo con que abrazaron los planteamientos de continuidad de los proyectos han sido un maravilloso regalo.
A partir de aquí además tengo la suerte de que como colaboradora habitual puedo seguir de cerca la evolución de los proyectos e incluso plantear un seguimiento y tutorización de los articuladores. Es una oportunidad de ver como se materializan las hipótesis, como maduran y evolucionan los prototipos y sentir que he formado parte de un cambio real, que mejorará la vida de muchos jóvenes en esta ciudad. Gracias a Cris, a la generosidad con la que comparte el conocimiento y experiencia, y a Jaime cuyo apoyo ha sido clave para poder vivir plenamente el proceso hoy me siento yo también empoderada para continuar participando de TejeRedes, multiplicando, articulando ¡y lo que haga falta!.
Aquí les dejo el
álbum de fotografías y vídeos del taller :