Nuestras organizaciones se nutren de distintos perfiles y experiencias. Conoce cómo potenciar cada personalidad para desarrollar ambientes colaborativos.
Te invitamos a hacer un ejercicio: elige un grupo de personas. Imagínalo, recuerda a sus integrantes. Ahora, trata de caracterizar a cada uno con una palabra ¿Pudiste?
En principio, todos los grupos que conocemos comparten un punto en común: se construyen a partir de la diversidad. En tejeRedes hemos construido una tipología dentro de las comunidades. Si bien una persona puede asumir más de un rol, o cambiar su rol de un grupo a otro, en primer lugar los perfilaremos en dos grandes grupos: Articuladores y Participantes.
¿Cómo nos comportamos en sistemas colaborativos?
Los Articuladores son aquellos perfiles que permiten que las conversaciones fluyan y se distribuyan al interior de una comunidad, a la vez que facilitan que aquellos diálogos desemboquen en planes concretos.Dentro de este grupo, se encuentra la araña. Su tarea y característica fundamental es unir a la gente en torno a propósitos comunes y formar equipos al interior de una comunidad. Su sensibilidad y su conexión con los CLEHES es clave para reconocer a quiénes juntar para potenciar proyectos y mantener el sistema funcionando.
Los Participantes, por su parte, son quienes le dan vida a una comunidad. Sin su rol, los procesos impulsados a partir de las conversaciones tejidas por los articuladores no enlazarían con un propósito y una acción. Dentro de este grupo, se encuentran:
Los leones, cuya función es orientar y guiar a las personas en una comunidad. Dentro de un sistema colaborativo, el león impulsa a quienes forman parte de su grupo para que se mantengan activos en torno al propósito. Motivan, coordinan y aportan con recomendaciones, según corresponda. Son versátiles, empáticos, y seductores, sumando de manera asertiva su vasta experiencia y embarcando a quienes le rodean en proyectos y desafíos nuevos.
Las abejas, por su parte, son expertas en leer entre líneas y dar seguimiento a las informaciones y conversaciones que circulan dentro y fuera de una comunidad. Desde su rol como polinizadoras, son personas curiosas, inquietas, sociables, rasgos claves para llevar y traer información. Desde su mirada, desde “fuera de la caja”, son capaces de incorporar nuevas ideas e informaciones, nutriendo los proyectos existentes y contribuyendo para ir un paso más allá.
Desde otro espacio, el zorro colabora en cuidar la comunidad, protegiéndola de riesgos externos, como por ejemplo, agentes que quieran fragmentarla. Astutos, visionarios y experimentados, no buscan hacerse notar, sino más bien aprovechar su sigilo para canalizar oportunidades hacia la comunidad.
A la hora de empujar espacios para la reflexión, los osos entran en acción. Son quienes promueven estos espacios, a partir de su capacidad de observar e impulsar esas pausas necesarias. Tienen como cualidad su capacidad de “poner paños fríos” ante situaciones complejas, transmitiendo bienestar y generando espacios de fraternidad a través de su comportamiento. Además, sus observaciones siempre fertilizan las conversaciones, pues tienen puntos de vistas que dan un giro a las discusiones, aún si se pensaban ya resueltas.
Por último si hay una especie que se distingue por su trabajo arduo, es la hormiga. Prolija en sus labores, consigue reconocimiento por la disposición y por dejar el corazón con tal de cumplir los objetivos trazados por la comunidad. Son quienes dan cuerpo y operatividad a las ideas y se orientan en cumplir y desarrollar productos, servicios o proyectos.
Aunque, cada uno de los perfiles funciona de manera distinta en sistemas jerárquicos y tiene un “lado B”, lo fundamental es potenciar sus rasgos positivos para construir comunidades sostenibles en el tiempo, bajo un ecosistema confiable y ameno para así alcanzar su máximo potencial.
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